En las próximas semanas, la Secretaría de Marina Armada de México publicará el Programa Sectorial 2025-2030, documento que habrá de marcar el derrotero de tan importante institución durante la recién inaugurada administración. Como cada 6 años, el Programa Sectorial definirá metas, objetivos y proyectos puntuales en los diversos rubros que competen a dicha Secretaría, desde aquello relacionado con administración de puertos, marina mercante, protección de instalaciones estratégicas -dentro de su ámbito de competencia, investigación oceanográfica, construcción naval, entre otros.
Dado que no existe un lineamento específico que defina cómo debe estructurarse dicho documento, lo cierto es que cada administración lo construye en función de dos grandes variables: la visión del Alto Mando y su equipo cercano, y las posibilidades presupuestales previsibles en el corto y mediano plazo. En este sentido, si uno analiza los últimos 3 o 4 Programas Sectoriales, dará cuenta que, a pesar de cierta continuidad general en algunos rubros, lo cierto es que cada documento refleja un pensamiento estratégico particular del momento.
No es mi objetivo analizar todos y cada uno de los pasados Programas Sectoriales (eso es la tesis del doctorado, por cierto) sino centrarme en lo que, desde mi perspectiva como analista externo del sector marítimo mexicano, considero como vital: la recuperación de las capacidades de construcción naval militar.
En este sentido, y como puede leerse en este documento elaborado por el equipo del Institute for Strategy and Defense Research (ISDR) hace unos cuantos meses, debe decirse que los últimos 6 años significaron un profundo retroceso en cuanto al Programa Permanente de Sustitución de Buques, particularmente en lo que hace a la construcción de Buques de Patrulla Oceánica (Offshore Patrol Vessel, u OPV) y Buques de Patrulla Costera (Coastal Patrol Vessel, o CPV). Por si esto fuera poco -que no lo es- habrá que señalar la cancelación del proyecto de Patrulla Oceánica de Largo Alcance (POLA), que buscaba dotar a la Armada de México de 8 fragatas multipropósito de altas prestaciones -prácticamente al nivel OTAN- y que sólo pudo dar luz a un buque que, desgraciadamente, tampoco fue dotado de la totalidad de sus sistemas de armas previamente definidos.
La Armada de México, brazo operativo de la Secretaría de Marina e institución permanente del Estado Mexicano, no sólo detuvo la sustitución de buques destinados a misiones de guardia costera (su labor operativa más cotidiana) sino que dio la espalda a la posibilidad de contar, por primera vez en su historia, con capacidades de guerra naval mínimas y escalables, dignas de una potencia media que aspira a hacer valer su relativo peso económico en la región y el mundo.
Traigo a colación este tema, porque precisamente la publicación del Programa Sectorial 2024-2030 es la oportunidad de relanzar las capacidades de construcción naval que se desarrollaron a lo largo de 4 décadas, y que llevaron a los astilleros de Marina a consolidar proyectos de clase mundial, que incluso sirvieron de ejemplo para otras naciones de la región en sus propios desarrollos tecnológico-industriales.
Sin embargo, no escapa a este analista la imperante realidad económica del país, lo que sin duda obliga a replantear no sólo objetivos sino también procedimientos y medios. Quizás es tiempo de cuestionar la viabilidad de seguir diferenciando los medios navales entre aquellos destinados a operaciones de guardia costera y aquellos cuya misión principal sea la defensa naval en sus tres campos (guerra de superficie, antiaérea y anti-submarina). De pronto esa doctrina está sirviendo de camisa de fuerza para el desarrollo de proyectos de construcción naval de tipo posmoderno (en la lógica de modelo naval posmoderno de Till) y que el propio Ian Speller ha dejado entrever en sus más recientes publicaciones: las armadas pequeñas y medianas, bien pudieran concentrase en medios navales multipropósito escalables, basados en una misma plataforma.
¿Y si en lugar de construir 4 o 6 Buques de Patrulla Oceánica clase Oaxaca para esta administración y dejar para otro tiempo el retomar el proyecto POLA, se construyen tres o cuatro unidades basadas en el modelo probado de la SIGMA 10514, en un programa a 10 años, donde algunas sean dotas de todos sus sistemas de armas mientras que el resto (la mayoría) permanezcan fitted-for-but-not-with?
Esta opción sin duda requeriría de mucho mayor planeación y quizás implicaría un proceso de negociación presupuestal más complejo, pero si se plantea como un proyecto de largo plazo, alrededor del desarrollo de un cluster naval público-privado (¿en el Corredor del Istmo?) que asegure economías de escala regionales y transferencia de tecnología de punta, seguramente los beneficios para el país serían mucho mayores.
En todo caso, celebro que esté replanteándose el retomar la construcción naval después de varios años de olvido, pero me temo que seguir las mismas premisas doctrinarias podría hacernos perder una gran oportunidad.
Los retos en materia de protección marítima (Maritime Security), combate a la pesca ilegal internacional, trasiego constante de drogas y la obligación del Estado Mexicano de asumirse como un actor responsable en la seguridad internacional (que implica, entre otras cosas, mantener las vías marítimas libres de riesgos y amenazas) nos oblignan a pensar fuera de la caja (naval).
Desde mi perspectiva, en las próximas semanas habrá de definirse si México sigue percibiendo su poder naval como lo ha hecho hasta ahora, o si se atreve a ir más allá.
Citando a Jeremy Stöhs, los medios navales son la máxima expresión de la voluntad de las naciones.
Foto: Internet
La duda sería ahora si vale la pena conservar una sola POLA, cuando el plan original era tener varios buques de la misma clase generando así las economías de escala en la operación. En vista de nuestra realidad operativa y presupuestaría, pero también de nuestras innegables necesidades, ¿tal vez considerar vender la POLA a, por ejemplo, Finlandia para que estrene con ella su membresía a la OTAN, o incluso una venta/intercambio de la POLA+$ a cambio de las 4 Hamina y las 4 Rauma? ¿O explorar las clase Armidale decomisadas por Australia, los clase River de UK? Al final compensa una Armada con una sola POLA (“state-of-the-art” pero insuficiente para realidad bi-oceánica de la decimotercera ZEE más extensa del mundo) cuando a cambio de ella pudiera obtener mayor número de buques?
Al final mi duda es si vale la pena conservar una sola POLA, cuando la idea era tener toda una clase para generar economías de escala en la operación y el mantenimiento. De cara a nuestra realidad operativa y presupuestaria, ¿valdría la pena considerar la venta de la POLA a, por ejemplo, Finlandia para estrenar su membresía a la OTAN o un intercambio de la POLA+$ por las 4 clase Hamina y las 4 clase Rauma finlandesas? ¿O con la venta considerar las clase Armidale decomisadas por Australia, las River class de UK y hasta las Oliver Hazard Perry? Al final nuestra realidad bioceánica nos obliga a tener volumen de unidades de superficie, lo cual una sola POLA (siendo “state-of-the-art” pero solo una) no nos da.