El 5 de enero de 2024, la Armada de Brasil asumió el comando de la Fuerza de Tarea Combinada 151 (Combined Task Force 151), con sede en Baharein. Unos días antes, la Armada de Colombia anunció su incorporación a dicha fuerza de tarea que, en conjunto con otras cuatro fuerzas de tarea con funciones similares, forma parte de las Combined Maritime Forces (CMF), organización naval que integra nada menos que 40 países.
La CTF 151, fundada en 2009 a raíz de las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con respecto de la situación en las costas de Somalia -particularmente la Resolución 1816, tiene como principal objetivo el combate a la piratería en el Golfo de Adén, en coordinación con EUNAVFOR -la fuerza de tarea naval de la Unión Europea en la zona- y otras naciones cuyas flotas realizan operaciones de protección marítima en la región, entre las que destaca China.
La participación de naciones sudamericanas como Brasil, Colombia y Ecuador es de aplaudirse, pues demuestra el compromiso de dichos países -y sus liderazgos políticos y navales- por la cooperación en materia de protección a las vías marítimas de comunicación, por las que transita más del 80% del comercio mundial. Este tipo de experiencias no sólo comunica al mundo una posición de cooperación y liderazgo internacionales, sino que ofrece a las naciones participantes la oportunidad de incrementar capacidades en beneficio de su propia defensa: son laboratorios prácticos para probar conceptos operacionales, intercambiar experiencias y, en algunos casos, forjar alianzas tecnológicas.
En este sentido, es de resaltar la experiencia de China en la zona, de la cual pueden extraerse algunas enseñanzas. Cuando diversas naciones comenzaron a enviar navíos para operaciones de protección marítima (Maritime Security Operations) frente a Somalia, a fines de 2008 y principios de 2009, Pekín vio la oportunidad de participar con una pequeña flota bajo el concepto inicial de operaciones de “proteger y proveer seguridad a navíos mercantes chinos y su personal en la región”. Con el paso de los meses, la People’s Liberation Army – Navy (PLAN, como se conoce en inglés a la marina de aquel país) sumó a dicho concepto de operaciones el escoltar navíos bajo el programa de alimentos de la ONU (World Food Program) en tránsito por la zona.
La gradualidad naval en la visión china le permitió a ese país ir ganando experiencia táctica y operacional, lo que obligó a Pekín a coordinar sus acciones con el resto de las naciones que habían enviado buques a la región, pero manteniendo la independencia en el comando de su flotilla. De hecho, y bajo el auspicio de la Quinta Flota estadounidense, China se integró al acuerdo SHADE (Shared Awareness and Deconfliction), a fin de compartir un código de comunicación común que hiciera más eficiente las operaciones internacionales frente a Somalia.
En un principio, la fuerza de tarea china tuvo algunos problemas logísticos que incluso pusieron en entredicho el futuro de sus operaciones. A fines de 2009, se supo que la tripulación de dos destructores chinos jamás tuvo oportunidad de desembarcar en puerto y tomar un tiempo libre, lo que afectó severamente la moral al interior de los buques por el resto de la misión. En lugar de enviar dichos buques a puerto para descanso de tripulantes y adquisición de víveres, se les dejó “on station” por varios meses. Sin embargo, Pekín aprendió la lección y las misiones posteriores tuvieron tiempos de operación más adecuados, visitas regulares a puerto y mayor tiempo libre para los tripulantes. Pero China fue más allá, construyendo la que es, hasta el día de hoy, su mayor base naval fuera de casa, en Djibouti.
Pero no es la intención de este texto hacer un recuento de la evolución de las capacidades navales chinas, sino demostrar que la participación activa en operaciones multinacionales ofrece buenos dividendos a los países, tanto en su posición internacional como actores responsables, como en el incremento gradual -pero constante- de sus capacidades intrínsecas de defensa. En palabras del entones comandante chino de la flotilla anti-piratería, el Almirante Wu Shengli, “las operaciones de escolta en mar abierto son en realidad operaciones de entrenamiento para el combate, pues permiten a nuestra marina probar sus capacidades reales para ejecutar misiones y tareas”.
Regresando al anuncio de Colombia de participar en la Fuerza Marítima Combinada, así como la recepción, por parte de la Marina Brasileña, del comando de la Fuerza de Tarea 151 de dicha Fuerza, no queda más que resaltar la admiración por los liderazgos políticos y navales de dichos países.
Inevitable es también pensar en la situación estratégica en la que se encuentra nuestra querida Armada de México, orientada a labores fuera de su naturaleza militar, en detrimento de sus capacidades -de por sí limitadas- en materia de defensa naval.
¿Vale la pena el ejemplo de Colombia y Brasil, para repensar el rumbo estratégico del Poder Naval mexicano hacia el siglo XXI?
Pienso que sí.
Créditos de foto: https://combinedmaritimeforces.com/ctf-151-counter-piracy/
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