Christian J Ehrlich
El pasado 18 de septiembre, un grupo de 32 países con litorales en el Océano Atlántico firmaron la Declaración Conjunta de Cooperación Atlántica, oficializando la creación de la Alianza para la Cooperación Atlántica como un nuevo foro de discusión en materia de seguridad marítima, desarrollo científico y economía azul. Entre los firmantes, se encuentran naciones de América del Norte, Centro América, el Caribe, Sudamérica, África y Europa.
México, a pesar de contar con 3,300 kilómetros de costas en la región Atlántico y Mar caribe, donde además se establecen dos de los puertos de altura más estratégicos del país (Veracruz y Altamira), no se encuentra entre las naciones firmantes.
Las razones que explican esta oportunidad perdida se encuentran en la carencia de una agenda de política exterior estratégica, una que vislumbre el rol de México en el escenario internacional y los mecanismos a través de los cuáles deben impulsarse -y defenderse- nuestros legítimos intereses nacionales. El hecho de que EEUU es el centro de gravedad de la nueva Alianza no debería alienar a México con respecto de un teatro geopolítico de gran relevancia, todo lo contrario: nuestra geografía nos ubica en Norte América y, nos guste o no, nuestro destino como nación se encuentra profundamente ligado al desarrollo económico y político de esta región.
Como mencionan Duarte y Correia de Barrios (2019), los desafíos que enfrenta el Atlántico son diversos, y van desde fenómenos de tipo “no tradicional” como la pesca ilegal y el tráfico de drogas y personas, hasta aquellos de naturaleza más convencional, como el avance regional de la influencia china en muchas de las naciones que tienen en este océano a su principal medio de conexión con el mundo.
Para Geoffrey Till (2013), el mar tiene al menos cuatro atributos principales: como fuente de recursos, como medio de transportación de bienes y personas, como medio de información y, de manera relevante, como medio de dominación. En este sentido, México no puede seguir ignorando la relevancia estratégica de los mares para su desarrollo nacional, y mantenerse aislado de foros como el de Cooperación Atlántica es, simplemente, contraproducente: otras naciones ocuparán nuestro lugar, reduciendo aún más nuestro peso específico en el concierto internacional.
¿Qué pasará cuando, en el marco del reacomodo internacional entre grandes potencias, México quede nuevamente fuera de una eventual alianza marítima en el teatro Indo-Pacífico? ¿Qué sucederá si, so pretexto de un nacionalismo sin sustento estratégico, seguimos ignorando la urgente necesidad de liderar la cooperación en seguridad marítima con Centro y Sudamérica?
Dada la velocidad de los cambios globales, no creo que pase mucho tiempo para conocer la respuesta.
Hago votos para que la Administración 2024-2030 entienda el peso geopolítico de México y, ligado a ello, la relevancia estratégica de los mares para nuestro futuro.
O recuperamos los espacios perdidos, o seguimos dejando que otros los llenen.